15 jul 2007

PJ Némesis




HISTORIA DE NÉMESIS – SANDRA OLMEDO




Nací en Toledo hace 28 años y crecí en un barrio de clase media. Mi madre es psicóloga y mi padre era policía nacional, fallecido en un accidente de tráfico cuando yo era pequeña. Tal vez por ese motivo mi madre siempre intentó protegerme demasiado, y eso incluía buscar un padre para mí. Mi madre tuvo otras parejas y las llevaba a casa intentado formar una nueva familia, pero eso nunca funcionó. Ella y yo tenemos caracteres muy diferentes, y no nos resulta fácil comunicarnos a pesar de que hayamos vivido en la misma casa durante años. A mi madre le gusta hacer entender a los demás que tiene todo bajo control y que nada puede alterar su perfecta armonía, no le gusta mostrar sus sentimientos ni sentirse vulnerable; yo en cambio, acepto que existe el caos y que algunas cosas puden escapar de mi control, eso significa que aún me queda mucho camino por recorrer; y aunque lo intente, no soy capaz de ocultar lo que siento, incluso en situaciones incómodas.

Nosotras nunca perdimos el contacto con algunos de los que fueron compañeros de mi padre, que visitaron mi casa durante mi niñez y mi adolescencia, y probablemente fueron ellos quienes me inculcaron el deber, casi el imperativo, de estudiar derecho para poder defender a personas inocentes. En concreto, lo que me dio el último impulso para decidirme fue una historia que me contó una de las parejas de mi madre, Sergio. Esta es la historia:

Su amigo y policía Mario, que investigaba asuntos de tráfico de estupefacientes, tuvo que infiltrarse en un grupo de narcos colombianos. Había conseguido la total confianza del segundo del grupo, y estaban a punto de recibir un cargamento de cocaína. Había otro policía más infiltrado, Antonio, que llevaba más tiempo que Mario en la operación, si bien éste no había conseguido captar las simpatías de los "jefes". La policía había ejecutado un operativo especial, y debían interceptar el camión con la carga en una determinada fábrica, en la cual haría parada. Tanto Mario como Antonio irían en el camión para asegurarse de que todo saldría bien, además ellos eran los encargados de llevar la carga, junto a dos colombianos. Cuando el camión llegó había dentro cinco colombianos; Mario había pensado que podían ocuparse sin problemas de dos o incluso de tres, pero cinco le parecían demasiados. Sonrió a sus "colegas" y los saludó, y todos emprendieron la marcha. Mario notaba que la tensión se hacía latente cada minuto que transcurría, apenas nadie hablaba. Y a mitad de camino se confirmó su sospecha, cuando el camión tomó una salida que no estaba prevista en su trayectoria. Mario le dirigó una mirada a Antonio, y éste empezó a decir "Sabemos quién eres, traidor, y te llevamos con nuestro jefe". Mario supo entonces que todo había sido premeditado por Antonio, y que no podía permitir que lo interrogaran, porque la vida de otras personas estaría en peligro. Se preguntó cuánto tiempo llevaría Antonio traicionando a la policía... Y sabiendo que no tenía tiempo para nada más, le espetó a Antonio: "Te equivocas, pinche, y os equivocáis todos si créeis a este chingado! Este es el único traidor de nuestro grupo" y de un manotazo se cubrió con uno de los colombianos mientras otro disparaba y lo dejaba fuera de combate; los otros dos intentaron desenfundar pero estaban todos tan cerca que Mario pudo disparar a uno mientras golpeaba a otro con un furioso derechazo. Los otros dos colombianos iban en la cabina del camión, uno de ellos se giró y recibió un tiro certero de Mario en el hombro. Antonio lo estaba apuntando con el arma de uno de los colombianos y le dijo: "Morirás como un héroe en acto de servicio y yo seguiré pasando información a los narcos de parte de la policía... podrías haberte unido a mí, ¡nuestro sueldo es una mierda!". Mario lo miró con enfadoo y le dijo "¡No me digas que has arruinado tu vida sólo por dinero!" y se tiró al suelo justo antes de que Antonio disparase. De una patada lo derribó y comenzó una pelea entre ellos, Mario respetaba la justicia y no permitiría que Antonio quedara impune, quería detenerlo. Mientras peleaban Antonio consiguió coger otra vez la pistola y forcejearon unos instantes, hasta que el gatillo se disparó, y accidentalmente hirió a Antonio en el cuello, y la sangre empezó a brotar como un torrente. Aunque Mario intentó detener la hemorragia ya era tarde para salvarlo, y cuando consiguió taponar la terrible herida Antonio yacía muerto. No tuvo tiempo para detenerse a pensar y comenzó a esposar a todos los colombianos. El último de ellos seguía conduciendo a toda velocidad, y Mario partió el panel separador y saltó a la cabina, le quitó la pistola que llevaba en el cinturón e intentó cogerlo por el cuello, pero se resistía furiosamente. Así que Mario le disparó en la pierna y así consiguió apartarlo torpemente, intentando hacerse con el control del camión, que tomaba una curva a toda velocidad... y acabó derrapando y volcando y su carga chocó vertiginosamente con varios coches. Hubo un accidente mortal: varias personas inocentes murieron, y ninguno de los colombianos se salvó. Mario chocó contra el cristal del camión, que se hizo añicos, y fue lanzado a varios metros de distancia, pero milagrosamente sólo se hizo algunos cortes. Desde el suelo contempló todo el caos y comenzó a llorar, sintiéndose culpable de todo lo ocurrido. Por muchas explicaciones que dio su nombre nunca quedó totalmente libre de sospecha, algunos compañeros no confiaban en él y en el juicio fue declarado culpable, condenado a 30 años de prisión.

Esta historia, tal vez por la forma en que me la contó Sergio, quedó grabada en mi memoria. Decidí estudiar Derecho para defender a los inocentes, aunque sabía que eso no sería una tarea fácil y que tampoco sería sencillo distinguir entre un culpable o un inocente. Así mismo era consciente del juramento de confidencialidad entre una abogado y su cliente y del compromiso que adquiría el abogado con su cliente, obligado a defenderlo si aceptaba el caso; de los miles de matices que podrían convertir a un inocente en culpable y viceversa, y del compromiso ético.

Pero el destino juega con nosotros y a veces reparte cartas envenenadas. Una noche en la que tenía que asistir a una fiesta de disfraces en la facultad encontré la verdad en una caja, o tal vez fue la verdad quien me encontró a mí. En uno de los cajones de un joyero de mi madre, abandonado en el fondo del armario, había varios recortes de periódico. Así comprendí que la historia de Mario era la historia de mi padre, y también supe que había muerto a los pocos años en la cárcel, ejecutado por un preso que sin duda fue pagado por los los narcos a los que mi padre engañó. La amalgama de sentimientos que se apoderó de mí en ese momento es difícil de describir; por un lado me sentía defraudada y furiosa con mi madre, por haberme ocultado la verdad todos estos años, y por el otro, la ira y un terrible deseo de justicia teñido de venganza.

Aquel día marcó mi vida y desde ese momento empecé a buscar información sobre esos narcotraficantes. Al mismo tiempo conseguí un trabajo como becaria y me marché de casa. Todo mi tiempo libre lo dedicaba a la búsqueda de información y a entrenarme en varios gimnasios, para estar en forma. Defensa personal, karate , full contact, aikido, kendo,ninjusu …nada de aeróbic , o esas chiquilladas, solo aquello que me seria útil tenia que convertirme en una maquina de matar.
En esos ambientes conocí a un vecino del barrio llamado Ricardo Mateo, Ricky, un exlegionario quemado de todo que se metía constantemente en peleas y broncas. Como abogada le ayude en varios casos y el me devolvió el favor y acabó convirtiéndose en mi amigo y enseñándome a disparar y a luchar con armas blancas, …incluso katanas.
Incluso conseguí una licencia de armas para caza mayor y asistí a innumerables clases de tiro.
Gracias a mi trabajo que me hacía tener que entrevistar a gente indeseable, y de esta forma conseguí un subfusil Star Z-62 sin registrar.

Una noche Sergio, el compañero de mi padre, alarmado por los cambios que había visto operar en mí, fue a verme y tuvimos una fuerte discusión. Me dijo que veía lo que yo quería hacer y yo le grité que sólo iba a hacer justicia, lo que ellos deberían haber hecho hace mucho tiempo, y que lo menos que él podía hacer era ayudarme, porque estaba en un punto muerto respecto a los narcos... Sergio se marchó enfadado porque yo no quise entrar en razón, pero una tarde al volver de mi entrenamiento me había dejado una nota bajo la puerta con información acerca de adonde iria uno de los narcos dentro de dos noches. Esa noche me vestí pensando que iba a matarlo de verdad, y que nada ni nadie iban a detenerme.

Cuando llegue al lugar actué con cautela, pero el tipo estaba bien protegido, aunque pude degollar a alguno de sus guardias y tomar una buena posición de disparo. Apunte con cuidado mi subfusil hacia el tipejo pero
En el último momento fui descubierta por sus guardas espaldas que hicieron barrera para protegerle.
Conseguí dispararle al tipo, pero fue un tiro superficial, que solo le arranco una oreja y le rajo media cara. Ante los dipasros de sus matones tuve que huir rápidamente en mi coche. Me persiguieron dos enormes coches blindados que disparaban sin parar, y tuve un terrible accidente que destrozó mi cuerpo. Mi coche se salio de la carretera y fue a estrellarse sobre los profundos cimientos de un gran edificio en construcción.

Desperté varios meses más tarde en un hospital privado de Barcelona, de alta tecnología. Mi doctor me contó que no constaba quién me llevó hasta allí, ni quien pagaba las carísimas facturas. Me dijo que habían tenido que reconstruirme completamente, reemplazando mi esqueleto por un armazón de titanio, y que casi todos mis órganos habían sido reemplazados por sintéticos. Que de no ser por todos aquellos cambios ahora no estaria viva. Le dije que no comprendía para qué era todo aquello y él me dijo que tampoco, pero que mi misterioso benefactor había pedido que lo hicieran.

Me costó adaptarme a mi nuevo cuerpo, que aunque de apariencia completamente humana ahora era muy pesado, y tuve entrenadores para ello. Pero tuve más problemas con la parte psicológica, ya que tenía dudas acerca de si yo seguía siendo humana o no, me negaba a aceptar que todo ese metal y los implantes formaran parte de mí, y pensaba que era una especie de monstruo.

Pronto descubrí que no era lo único que me habían implantado (y esto no figuraba en los informes iniciales ) pero habían puesto diversos implantes cuya finalidad no era para salvarme la vida entre ellos unas garras de metal y energía surgían de mis antebrazos en cuanto me sentía en peligro.
En situaciones de combate una computadora se activa en mi cabeza tomando control parcial de mis acciones.

Además todo el ciberorganismo esta cubierto de un blindaje ligero y poseo sistemas de percepción avanzada, soporte vital, banco de memoria y músculos sintéticos gracias a los cuales he desarrollado una fuerza inhumana.

El doctor Dieter Kraus, trato este tema con gran discreción, cubriendo los incidentes que tuve el hospital. Me dijo que esos complementos venían de serie en las prótesis que le entregó mi secreto benefactor. El piensa que es material militar obtenido en el mercado negro, pero no puede estar seguro. También pensaba que los limitadores y bloqueadores que había instalado impedirían que se activasen los implantes y que no hubiese notado la diferencia con un cuerpo normal. No entendía como habían fallado los bloqueos y los limitadores de fuerza y me ofreció reajustarlos.

Al final tuve que aceptar la evidencia de que mi cuerpo había cambiado, y que había sido para mejor. Me negué a reajustar los limitadores y bloqueadores, ya me estaba acostumbrando a ellos.

Durante mi estancia en las instalaciones del hospital tuve mucho tiempo para pensar en lo que había hecho. Cada día las noticias en los periódicos eran peores, en su mayoría ocupadas por pederastas, mafiosos, narcos, violadores, asesinos, que de una u otra forma quedaban impunes... Esa escoria andaba suelta por todo el país, y yo tenía que hacer algo al respecto. Mi determinación no cambió un ápice, y mis deseos de hacer justicia se extendieron a todas aquellas personas que habían sufrido por culpa de esa subespecie, que para mí, había dejado de pertenecer al género humano.

En cuanto salí del hospital busqué un nuevo trabajo y conseguí uno mejor, en el bufete Castro & Asociados. Alquilé un piso en un barrio alejado del que había vivido siempre y fui a ver a mi madre, contándole una historia inventada.

Volví a contactar con Ricky para retomar mi entrenamiento, aunque esta vez parecía más fácil.
Después de eso, estaba preparada para mi primera intervención. Llevaba meses preparándome para ello, y me aseguré un blanco "intachable", impoluto, sin ninguna clase de dudas: un sacerdote, creo que era monseñor, que había sido acusado por siete niños de abusos sexuales continuados y acoso, más otros quince que ya eran adultos y también habían sufrido su maltrato. No voy a decir que fue difícil matar a esa basura, ni siquiera cuando me amenazó con las eternas llamas del infierno... mis garras trazaron varios cortes limpios sobre su decrépito cuerpo y entonces comprendí que en un mundo sin control en el que los maleantes escapaban a su castigo, yo era la esperanza de los sufridores y un instrumento de la Justicia Divina, que no tenía nada que ver con la que yo representaba en la tierra.

Pero tenía que seguir representando un papel, y de día yo seguía siendo la letrada, y algunas noches me convertía en la justiciera Némesis, la diosa griega de la venganza hecha justicia. Vendí mi viejo coche y me compré una Honda CBR-600, necesitaba una moto potente para acudir adonde fuera necesario. Nadie conoce mi verdadera identidad, ni siquiera mis amigos.

Estos son mis 9 amigos:

- Alex: mecánico en un taller, vive cerca de mi madre. Fuimos novios hace algunos años. (Apariencia: Sawyer en Perdidos en comic)
- Dr. Dieter Kraus: ingeniero cibernético; fue quien reemplazó mis huesos por titanio y me ayudó a adaptarme a mi nuevo cuerpo.
- Ricky Mateo: ex-legionario, le he ayudado legalmente y él me enseñó a luchar
- Fernando: informático friki, lo conocí en la facultad, me ayuda a encontrar información
- Laura, Humberto, Jm: compis de facultad, abogados a veces me ayudan en mi trabajo
- Sergio, el compañero de mi padre, no esta de acuerdo con mis acciones pero a veces olvida algun informe o deja alguna nota a mi alcance.
- ¿¿¿pendiete de definir???






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