7 jul 2007

PJ Solaris





Esta es la historia de Melinda Fox, una joven española aunque sus padres eran estadounidenses, Martin y Melisa Fox.

Melinda nació en Boston (Massachussets), el 23 de julio de 1979. Creció en un ambiente familiar de lo más normal, hasta los 4 años, edad a la cual sus padres decidieron que sería mejor que su única hija viviese en un lugar con menos violencia que los EE.UU., así que decidieron empezar a vivir en España.

Los principios en la península ibérica fueron un poco duros ya que su familia si bien no pasaba penurias económicas tuvo que sostener numerosos gastos con la mudanza y demás.

A los 20 años Melinda había terminado sus estudios y empezó a trabajar en una fábrica.
Melinda tenía un novio al que conoció en España, se llamaba Mateo, y se conocieron en el instituto. Se querían mucho y les encantaba salir a pasear por el parque e ir al campo a respirar aire puro.

Cuando no estaba con él estaba con su amiga Lucinda a la que conoció al llegar a España y de la que nunca se había separado hasta la fecha, ella le presentó a Mateo, ya que ella no era muy sociable, y fue lo que suelen llamar un amor a primera vista.

Un día en uno de estos largos paseos mientras Mateo intentaba sacarla de sus casillas con su juego favorito, el corre corre que te pillo, Mel se tropezó con una piedra pero no llegó a caerse porque se apoyó en una gran piedra que había a sus pies. Mientras Mat la ayudaba a levantarse y le preguntaba si se encontraba bien ella tenía la mirada perdida en algo que había atraido toda su atención, la enorme piedra tenía un gran socavón en forma de triángulo justo en el centro.

Mel, que siempre había sido muy curiosa metió la mano dentro desoyendo las advertencias que su novio le hacía: -cuidado que te va a picar un bicho.....

Pero lo que Mel sacó del interior de la roca no fue un bicho sino un anillo un tanto extraño, tenía una piedra de color azul intenso, como el color del agua cuando se está mar adentro. Era precioso y aunque estaba un poco sucio Mel se lo llevó consigo.

Mel siempre había sido una chica muy normalita, un tanto endeble físicamente ya que era bajita y de complexión débil, era muy estrechita de hombros y tenía la cara muy pequeñita. Siempre se había caracterizado por su carácter humanitario, por su amor por la naturaleza, por su respeto a los demás, además como era un poco tímida siempre había sido la amiga ideal, esa que siempre te escucha y luego te da un buen consejo.

Sus padres la querían mucho y aunque al principio les había costado aceptar la relación de su hija con Mateo en cuanto vieron que el muchacho tenía buenas intenciones con ella y sobre todo que la quería muchísimo pues dieron su aprobación a la pareja.

Mel llegó aquel día a su casa y fue corriendo a la cocina, a lavar el anillo para probárselo, en cuanto se lo puso comprobó que no sólo era precioso sino que además le venía perfecto. Se sintió un poco extraña al ponérselo, fue como si le quemase la piel, pero se le pasó enseguida.

Mel no era una mujer de grandes ambiciones, de echo la única que tenía era casarse con la persona a la que amaba y ser feliz.

La mañana siguiente despertó con una extraña sensación en la mano, corrió al baño y pudo ver que su dedo anular tenía una pequeña herida en el espacio que antes había ocupado el anillo. Fue a ver a Mat, que estaba estudiando medicina y le enseñó la herida. Después de curarla le dijo que lo mejor sería que se deshiciese del anillo o que al menos no se lo pusiera más.

Ni que decir tiene que ella no le hizo caso y se lo volvió a poner en la otra mano, la izquierda, esta vez no le pasó nada pero al pasar delante del espejo no pudo evitar gritar con un aullido de pavor, era increíble pero..... NO PODÍA VER SU REFLEJO EN EL ESPEJO.

Intentó calmarse, y volvió a pasar ante el espejo pero le ocurrió otra vez lo mismo. Entonces se enfadó muchísimo y sintió un calor muy fuerte en ambas manos, no podía creer lo que estaba viendo pero de las palmas le brotaban llaman, no obstante no se estaba quemando..... todo se volvió negro.

Al despertar estaba sobre la moqueta del saló y había sobre ella unas cenizas que parecían caer del techo. Miró hacia arriba y comprobó que la cortina había desaparecido pasto de las llamas.

Pasaron los meses y descubrió que aquello que había encontrado en aquella roca era el causante de aquellos sucesos. Se sintió muy culpable entonces por no haberle echo caso a Mateo, pero sabía que no podía contarle lo que le sucedía.

Una mañana mientras iba camino del trabajo vio a unos tipos que querían robarle el bolso a una pobre niña, no lo dudó un instante, se puso el anillo, cogió una piedra y golpeó a los tipos por la espalda, en ese momento se sintió tan bien.

Decidió que talvez podría darle uso a esa especie de “poderes” que el anillo parecía haberle concedido. Decidió que ayudaría a todas las personas indefensas a las que pudiera.

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